viernes, 28 de septiembre de 2007

Pensamiento Militar Venezolano

Para interés de todos, tomado de una obra inédita proporcionada por el CA. Boggiano, un extracto de "El Nuevo Pensamiento Militar Venezolano"

Los Nuevos Enemigos Virtuales: el Terrorismo y el Narcotráfico.

Dentro de la coyuntura nacional e internacional, se está desarrollando un nuevo pensamiento militar entre los factores de poder dominantes (quienes controlan las economías intervinculadas) a escala global. Es una lógica en la cual se modifica hasta la idea del enemigo. Ya no se trata de un centro de poder adversario, ni siquiera de un gobierno rival, sino de un ente no especificado que usa sus capacidades irregulares para buscar objetivos políticos. “El terrorismo”, “el narcotráfico” o una combinación de ambas abstracciones, son los que se identifican actualmente como enemigos dentro de ese nuevo concepto del acto bélico. En ese contexto, el combate a ese adversario pone en marcha “la máquina de guerra del estado”, con capital constante (medios y equipos) y capital humano variable. Se trata así, de enfrentar un oponente no diferenciado que actúa de una manera no convencional, sobre blancos y objetivos no militares. Es decir, sobre un contrario que usa el chantaje y la extorsión como forma de acción. Según esta aproximación, esas acciones del ente abstracto están dirigidas más hacía la obtención de efectos psicológicos, que hacía la destrucción o neutralización de la fuerza militar antagónica. Se trata, de anular la capacidad de defensa de las sociedades organizadas, al intentar quebrantar su voluntad para resistir. Por ello, la “máquina de guerra del estado”, debe buscar causar el mismo efecto especialmente sobre aquellos “estados forajidos” que ayudan, apoyan o permiten las acciones de este particular tipo de beligerante, que por “naturaleza” no observa las reglas de la guerra. Por esa circunstancia, los defensores del orden, representados por los “estados democráticos” (unas comunidades políticas a las cuales el poder hegemónico les atribuye discrecionalmente el atributo de reunir las condiciones que tipifican los regímenes democráticos) se abrogan el “derecho de preferencia” (preención[1]) para atacar otro Estado que tenga la posibilidad futura de constituirse en una amenaza para el orden internacional. Desde luego, la aplicación de esta idea es totalmente contraria al derecho a la guerra reconocido por la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.

La aplicación de esta concepción es una de las razones que han desatado el debate en Venezuela sobre el tema militar. En efecto, desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, en New York y Washington, nuestro país ha sido sistemáticamente sometido a un despliegue informativo por parte de los sectores internacionales y nacionales “democráticos”, mediante el cual se pretende presentar al Gobierno como protector de movimientos terroristas con campos de acción en el área andina, especial y particularmente en Colombia. Por supuesto, esta acción ha tenido respuesta del Poder Público. Y es, justamente la interacción entre los dos factores lo que ha configurado la polémica. Se discute sobre el derecho a la intervención directa de las grandes potencias, unilateralmente o asociadas en alianzas “ad hoc”, al margen de las instituciones de orden supranacionales, sobre países miembros de la comunidad internacional que a su juicio sean considerados en la categoría de “estados forajidos”, y el derecho, internacionalmente reconocido, de los estados soberanos de defenderse frente a amenazas o ataques externos, usando el poder y la estrategia que mejor se acomodase a la naturaleza de la agresión. En la realidad ésta discusión no se ha circunscrito al ámbito doméstico venezolano. No forma parte de un diálogo político destinado a resolver los problemas internos del país. Ella se ha materializado básicamente en los medios de comunicación nacionales e internacionales, en los foros supranacionales, particularmente en la OEA; en el marco de la diplomacia pública ejercida por los voceros oficiales de distintos gobiernos, en cumbres multilaterales y bilaterales; y en general, dentro de todos los ambientes donde sea posible la movilización integral de partidarios de ambas posiciones. Por ello, la cuestión no puede considerarse como parte de una negociación explícita en el marco de la política. Tiene que estimarse como un planteamiento dentro de una negociación tácita propia de la estrategia. No se intenta persuadir ni convencer, sino se busca imponer. Se podría afirmar que corresponde al inicio de una escalada, justamente dentro de esta nueva concepción de la guerra, en donde, por una parte se intenta colocar al Estado Venezolano como una comunidad política forajida; y, por la otra, se pretende mantener los rasgos y características que definen al Estado en el marco del derecho internacional público y de nuestra Constitución, que establece la vinculación entre los venezolanos y el territorio nacional en el contexto de la visión del “patriotismo republicano”.

El 11 de Septiembre de 2001 y su Efecto en el Orden Internacional.

Ese debate no está restringido al caso venezolano exclusivamente. Después de la invasión a Irak (2003), la polémica se globalizó planteándose en términos que contraponen la vigencia del derecho internacional público, y en particular, del derecho a la guerra, con la legitimidad de la acción unilateral dentro del ejercicio del “derecho de preferencia”. Con esos parámetros se desarrolla ahora la dinámica de la política internacional, dentro de la cual la oligarquía supranacional expresada en el “Grupo de los Siete (EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá) más uno (Rusia)”, se fracturó. Una división que posiblemente ha obedecido a la amenaza de una pérdida de poder de gran parte de sus integrantes, ante la acumulación de medios en el Estado norteamericano. Una comunidad política tutoreada por los grandes actores transnacionales que dominan las economías intervinculadas. En la práctica, lo que está ocurriendo políticamente a escala mundial, es la implantación de un régimen imperial como “responsable” del mantenimiento del orden internacional. “Una estructura desterritorializada sin límites espaciales ni temporales, soporte de una red globalizada de instancias y actores productivos que impone un orden mundial, en el que se instalan y conviven todos los poderes y todas las relaciones de poder existentes en este momento histórico” (Negri, Antonio; Hardt, Michael, Empire, Boston, Harvard University Press, 2000). Un modelo de régimen político global cuya razón de ser depende de su capacidad para mantener la convivencia entre esas instancias y actores; en otras palabras, resolver o neutralizar los conflictos entre ellos. La tesis central de esta hipótesis, es que el orden social en todos sus niveles es el resultado “natural” de la dinámica del mercado donde el Estado y la política, con sus planteamientos ideológicos, son formas de dominación de los pueblos.

Esta tesis, en lo estrictamente militar, sostiene un punto de vista en el cual la acción bélica es básicamente realizada entre un antagonista, con medios y organización convencionales, ante otro, con instrumentos y estructuras irregulares. Y, en todo caso, cuando se trata de neutralizar “estados forajidos”, confrontar un actor militar con ingenios bélicos avanzados, frente a otro con armas y equipos clásicos. En resumen, esto corresponde al histórico concepto de la guerra asimétrica, una noción ya utilizada incluso en la era prehistórica, en la cual se emplean a nivel táctico cualquier tipo de instrumento disponible dentro de diversas concepciones de empleo. Esto, trasladado al ámbito de la estrategia, confronta una praxis sustentada en la concentración de poder, que supone una aproximación en líneas convergentes, con otra, apoyada en la dispersión del poder en líneas divergentes. La primera, pretende forzar al adversario a agruparse, para combatir el poder acumulado en posesión de puntos críticos en donde estaría en posición de ventaja, mientras la segunda intenta obligar al antagonista a dividir sus fuerzas, para abatirlas por partes en los puntos y momentos en los cuales obtenga un poder relativo de combate favorable. Más aún, en la contemporaneidad esta última formulación estratégica sustrae la acción militar de la dimensión espacio, para colocarla primordialmente en la dimensión tiempo (la guerra prolongada). La maniobra se hace en el tiempo y no en el espacio.

La Dialéctica actual Venezolana.

En la polémica desatada, al colocarla en el terreno concreto de la realidad venezolana, lo que se está discutiendo es, si se acepta la tesis del Imperio o se formula nuestra propia hipótesis sobre la base de la vigencia de la noción del Estado soberano. Por lo tanto, lo que está en discusión en el campo de lo militar, es si el aparato de defensa de la nación venezolana, forma parte de la “máquina de guerra” del estado universal, tal como lo hizo hasta el presente en el marco del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca” (TIAR) o, si nuestra estructura militar estaría orientada hacia la defensa del Estado y sus atributos en el contexto del derecho internacional hasta ahora vigente. La posición constitucional y legítima se inclina por la segunda opción, advirtiéndose, que la primera no responde a ningún contrato social ni a ningún tratado internacional. Es una manifestación de hecho y no de derecho, por lo que carece de un fondo ético. La aceptación de esta opción por el Gobierno y la mayoría de los venezolanos que lo han elegido, hace imperativa la formulación y ejecución de una política de defensa cuyos parámetros los establecen los criterios que definen lo que hemos llamado guerra asimétrica. Un tipo de acción bélica dentro de la cual nuestro pueblo tiene una extensa y exitosa tradición histórica, aparte de las condiciones favorables que nos ofrece nuestra geografía.

Para concluir, en este debate se está resolviendo el desequilibrio histórico-social generado por la absorción de recursos por parte de una minoría que concentra el poder en perjuicio de la estabilidad del sociosistema y del sistema ecológico. Un desbalance que genera perturbaciones tensivas recurrentes que ponen bajo riesgo la persistencia de la vida en el planeta. En verdad, la acumulación de poder creciente, derivada del dominio del conocimiento, ha puesto en las manos de quienes lo controlan medios de destrucción que amenazan esta forma particular de energía que llamamos vida. No porque el planteamiento de esta nueva teoría bélica este dirigido a colocar la guerra entre la oligarquía internacional y el proletariado globalizado, en los términos asimétricos en los cuales se ha ubicado, se está desestimando la posibilidad de una confrontación entre los poderes dominantes hoy divididos. Ciertamente, paralela a este enfrentamiento que refleja el conflicto centro-periferia (Norte –Sur) a escala mundial, se está desarrollando una nueva guerra fría, con su correspondiente carrera armamentista, especialmente en el terreno nuclear entre los viejos socios del “Grupo de los Siete más Uno” a los cuales hay que agregarle los potenciales “miembros de este club” China e India. Hay en el ambiente internacional, como expresión de la crisis histórica, un clima de violencia generalizada que sólo el retorno a la racionalidad del humanismo puede detener.